Alevosía la que tienes al mirarme,
al desnudarme hasta dejar solos mis huesos,
ver cada punto, herida y vena,
carne que no posee ninguna amante,
más que mi soledad continua.
Alevosía la que tienes al besarme,
al amarme, querer estar conmigo,
tú que tienes piel de espinas
para el tacto de mi alma.
Alevosía la que tienes
al tirarme contra el piso,
para escupirme mis errores,
estupideces y defectos.
Alevosía la que tienes
quedándote aquí en mi pecho,
negándote al desalojo
más también a mis afanes.
Alevosía, simple y puta alevosía,
de silencio de años,
de fríos que me hielan,
de futuros que no llegan.
Daniel Carrillo.
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